
Lo mismo que planificar la subida a una montaña y hacerla, tengo una tradición que no puedo saltarme bajo ningún concepto. En algún momento de la bajada tengo que sumergir mis pies en algún arroyo.

Lo he llamado arroyoterapia. Ahora que se pone nombre a todo pues yo también lo hago. Salvo una vez que pico «algo» en el talón, el resultado ha sido reparador.

Así quedó el lugar cuando lo dejé. Hay que dejarlo todo como si no hubieras pasado.
Realmente es una buena terapia natural a la que también me sumo de vez en cuando
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Yo también lo hago, me relaja
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