Cuando vas por un lugar tan histórico como este te imaginas el ruido de los cascos de los caballos por el suelo empedrado.
Vas en busca de aventuras y hacer justicia contra el villano que atemoriza al pueblo y ser el Robin Hood de Aragón.
Luego ya compras el queso típico de la tierra, subes a tu viejo y glorioso coche y pones rumbo a la monotonía.