Que difícil es marchar cuando te estás divirtiendo.
La promesa previa de irnos cuando aita diga, queda derogada en el momento que la adrenalina del tobogán y los columpios hace acto de presencia.
Esgrimes todo tu catálogo de castigos, los posibles e imposibles y nada, ahí arriba terco sin hacer caso.
¡Paciencia! dicen.
La paciencia es como el pelo, lo pierdes durante los años y no hay implante que la restablezca.